miércoles, 7 de septiembre de 2011

15.- ACTITUD CRISTIANA ANTE LAS SECTAS

Con caridad cristiana
Los cristianos tenemos en las sectas un reto a superar en dos direcciones: para no ser arrastrados por ellas y para cooperar tanto para que otros no caigan como para intentar sacar a los que ya han caído.
San Pablo escribió: “Todo coopera al bien de los que aman a Dios” (Rom 8,28) y “es conveniente que haya herejías” (I Cor 11,19).
Las sectas modernas, como las herejías de tiempos del apóstol, obligan a los creyentes a fijar posiciones, a adoptar actitudes que ayuden a superar el reto.

Actitudes incorrectas
No todas las actitudes son correctas, aunque a veces, nos salgan del corazón porque somos humanos.
No es lícito permanecer pasivo, inhibirnos por ignorancia, pereza, temor o indiferencia. El cristianismo se juega mucho ante el envite de las sectas.
Recordemos aquello de San Pablo: “El diablo, como león rugiente, da vueltas a nuestro alrededor, buscando a quien devorar, resistidle fuertes en la fe”.
No es lícita la actitud agresiva, descalificadora y violenta. Como diría Taciano: La mano ha de estar abierta, dispuesta a dar y recibir, a sacar del pozo oscuro a quien en él ha caído.
Los sectarios no son enemigos, aunque muchos de ellos así nos consideran a los católicos. Los sectarios son personas redimidas por Cristo que, engañadas, se han apartado de la verdadera fe. No podemos olvidar que muchos son hijos pródigos de la Madre Iglesia. Nuestro trato debe estar empapado de caridad fraterna
Actitud correcta

a) Madurar el sentido crítico. Hemos de acostumbrarnos a leer, a pensar, a ver la televisión de forma crítica; no todo lo que nos ofrecen es bueno, hay que aprender a distinguir y separar el grano de la paja. Esto nos ayudará a relacionarnos con los sectarios.

b) Tratar de adquirir una formación lo más adecuada posible en la doctrina bíblica, en los dogmas, en la liturgia, etc., sobre todo en las cuestiones negados o deformadas por las sectas que más estén implantadas en nuestro barrio o ciudad. Solamente las personas bien formadas están capacitadas para discutir con los sectarios, ellos suelen huirlas cuando se dan cuenta y escogen a las más ignorantes y humildes.

c) Tener una información exacta sobre los errores que profesan las sectas. Para no caer en el error hay que conocerle y quitarle la máscara. Así brillará la luz de la verdad y se ahuyentarán las tinieblas de la mentira.

d) Sincera voluntad de santidad y vida interior. Ser personas de oración, con experiencia de lo divino, vivir en actitud de escucha y de trato íntimo con Dios. Hoy sólo mueve el testimonio. “Se es misionero o apóstol más por lo que se es que por lo que se dice o hace” (Juan Pablo II, Redemptionis missio, 23)
Muchos adeptos de las sectas tratan de justificar su abandono de la Iglesia Católica diciendo que en ella, en las homilías y reuniones de grupo, o no se habla de Dios o se hace cerebralmente, como objeto de reflexión y de estudio, pero no en actitud de escucha, de amistad y trato íntimo: que ellos eso sí lo han encontrado en las sectas.
Puede que tengan razón en muchos casos, no en todos. De todas formas, es algo en lo que todos tenemos mucho que mejorar. El camino de la santidad es largo y cuesta arriba.

e) Aprovechar la ocasión para evangelizar. Unir la caridad, los buenos modales y el testimonio claro y resplandeciente del evangelio para abrir los ojos a los que han tenido la desgracia de caer en las redes de las sectas. Insisto en la necesidad de una buena formación para abordar un diálogo constructivo con los sectarios que nos encontremos. No dejar que ellos lleven la iniciativa. Si no se prestan a un verdadero diálogo, es mejor despedirse con cortesía.

f) Reafirmar nuestra devoción a María, la Madre de Jesús y Madre nuestra. Es la gran olvidada y, a veces, la gran denigrada de las sectas. Su amor de Madre nos ayudará en todo momento, no sólo para no caer sino para convencer a los ya descarriados.

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